Momentos para
VIVIR
No paramos. Clases. Actividades.
Viajes. Estudios. Exámenes. Reuniones. Partidos. Formación… Esto de vivir tiene
sus ritmos y exigencias. Así que, de vez en cuando, hace falta recargar las
pilas, retomar las fuerzas para seguir avanzando y, contra viento y marea, buscar
espacios en los que VIVIR (así, con mayúsculas).
¿Dónde
encontrar las fuerzas?
Los
amigos.
“El amigo fiel es refugio seguro. El que lo encuentra, ha encontrado un
tesoro” (Eclo 6, 14)
Gracias, Señor, por su presencia.
Por su paciencia y su cariño. Porque con ellos puedo reírme, bromear, llorar,
compartir esfuerzos y trabajo. Porque son quienes, con su palabra y su
silencio, su presencia y su cuidado, me hacen sentir seguro.
La
familia.
“Vosotros sois herederos de los profetas y de la alianza que Dios otorgó
a nuestros padres, cuando dijo a Abraham: por tu descendencia serán benditas
todas las familias del mundo”
Y ahí entran padres, hermanos,
parejas… A veces son motivo de preocupaciones, y otras veces, fuente de calma.
A veces es donde tengo que gastar las fuerzas, y otras donde las repongo. Pero
hoy solo quiero darte las gracias por ellos. Sentir que son mi carne, mi gente…
Y pedirte por ellos.
El
descanso.
“Venid a mí los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré
descanso” (Mt 11, 18)
Dame, Señor, lucidez para darme
un buen paseo, ver una peli en buena compañía, leer un libro olvidable, pasear
sin rumbo, derrochar minutos, dormir sin despertador…
La
oración.
“Entonad la acción de gracias al Señor, tocad la cítara para nuestro
Dios” (Sal 147, 7)
Señor, se Tú mi fuerza. Mantén
viva la llama de la ilusión, de los sueños, del evangelio, de la alegría
verdadera., esa que Tú puedes encender. Ayúdame a encontrarte: en el silencio,
al pensar en tu palabra, al contarte todo lo que me preocupa…
Ahora, basta.
Basta de exigencias, basta de retos.
Basta de creer que el mundo se va a romper si
tú no lo sostienes.
Por un momento, deja que Él hable.
Oye el rumor de su verso suave.
Él es la llave de un paraíso que, a ratos, se
gusta aquí.
Deja que te habrá la puerta… ¡y alegrate!
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