sábado, 16 de febrero de 2013

VIVIR



Momentos para VIVIR

No paramos. Clases. Actividades. Viajes. Estudios. Exámenes. Reuniones. Partidos. Formación… Esto de vivir tiene sus ritmos y exigencias. Así que, de vez en cuando, hace falta recargar las pilas, retomar las fuerzas para seguir avanzando y, contra viento y marea, buscar espacios en los que VIVIR (así, con mayúsculas).


¿Dónde encontrar las fuerzas?

Los amigos.

El amigo fiel es refugio seguro. El que lo encuentra, ha encontrado un tesoro” (Eclo 6, 14)

Gracias, Señor, por su presencia. Por su paciencia y su cariño. Porque con ellos puedo reírme, bromear, llorar, compartir esfuerzos y trabajo. Porque son quienes, con su palabra y su silencio, su presencia y su cuidado, me hacen sentir seguro.

La familia.

Vosotros sois herederos de los profetas y de la alianza que Dios otorgó a nuestros padres, cuando dijo a Abraham: por tu descendencia serán benditas todas las familias del mundo”

Y ahí entran padres, hermanos, parejas… A veces son motivo de preocupaciones, y otras veces, fuente de calma. A veces es donde tengo que gastar las fuerzas, y otras donde las repongo. Pero hoy solo quiero darte las gracias por ellos. Sentir que son mi carne, mi gente… Y pedirte por ellos.

El descanso.

“Venid a mí los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso” (Mt 11, 18)

Dame, Señor, lucidez para darme un buen paseo, ver una peli en buena compañía, leer un libro olvidable, pasear sin rumbo, derrochar minutos, dormir sin despertador…

La oración.

“Entonad la acción de gracias al Señor, tocad la cítara para nuestro Dios” (Sal 147, 7)

Señor, se Tú mi fuerza. Mantén viva la llama de la ilusión, de los sueños, del evangelio, de la alegría verdadera., esa que Tú puedes encender. Ayúdame a encontrarte: en el silencio, al pensar en tu palabra, al contarte todo lo que me preocupa…

  
Ahora, basta.
Basta de exigencias, basta de retos.
Basta de creer que el mundo se va a romper si tú no lo sostienes.
Por un momento, deja que Él hable.
Oye el rumor de su verso suave.
Él es la llave de un paraíso que, a ratos, se gusta aquí.
Deja que te habrá la puerta… ¡y alegrate!

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