lunes, 11 de abril de 2016

Tere Aragoneses

IN MEMORIAM
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La noticia saltó en los teléfonos el día 29 de abril, alrededor del medio día. Tere ha muerto. Ha muerto Tere Aragoneses. La noticia iba calando en todas las casas de amigos y conocidos como el agua cala la tierra a medida que se va exten-diendo. Nos parecía mentira aunque por esperada la noticia no fue menos dolorosa.
Empezamos a informarnos de los detalles de tu enfermedad. El 22, hiciste vida normal: Cáritas, la Parroquia, el coro, los preparativos de la semana Santa, etc. Por la tarde estuviste poniéndote a bien con el de arriba. Confesaste, comulgaste y con toda seguridad, en tus oraciones, nos metiste a todos. Dios te tenía reservada una sorpre-sa. Tú siempre abogabas por una enfermedad corta, no querías que te ocurriese como a tu hermano. Años y años dependiendo de los que te rodeaban. Dios te escuchó como no podía ser menos en una de sus niñas mimadas. El día 23, miércoles santo, supimos que algo te había ocurrido y es que Él te había elegido para que vivieses su pasión en primera fila. Según nos cuentan, también te preparaste para cenar, cuando te presentaron el cáliz de tu propia pasión. Seguro que como Jesús, pedirías al Padre que pasase ese cáliz de amargura, pero que no se hiciese tú voluntad, sino la Suya. Así empezaste tu Calvario. Te llevaron al hospital pero tenías que beber el cáliz de tu muerte y ocho días después nos llegaba la noticia oficial de tu fallecimiento.
Hasta aquí la película que finaliza en el pesar de todas tus amistades, de los recuerdos de tu vida, de la emoción de tu párroco al despedirte en la misa de córpore in sepulto, de los cánticos de tus compañeros de Coro que entonaban aquellas canciones que más te gustaban a ti, del dolor de tus familiares y de la cara de soledad que percibimos en tu amiga Maruja. Todo había terminado.
Pero permíteme que te novele el momento. Al levantar la vista hacia el altar, te vi allí, con un papel en la mano y aquella sonrisa burlona con la que me preguntabas en los triduos cinematográficos que tu párroco programa de vez en cuando y que tú te encargabas de presentar. ¿ Y tú que opinas de mi película?
Es difícil de explicar un momento tan íntimo y tan triste. Pero sabes que los retos me apasionan y hacen crecer mi ego en toneladas, por lo que te diré:
Ya te he dicho que eras una niña mimada de Dios y que en honor a ese mimo, la pasión del 2.016 la habrás vivido en primera persona, de lo que te habrás alegrado. El Jueves Santo estoy seguro que acompañaste a Jesús en su vía dolorosa, casi con seguridad metida en el grupo de las Marías, enjugarías su rostro como la Verónica, te hubiese gustado ayudarle como Simón Cirineo, pero llevabas tu cruz y no te lo per-mitía y al llegar al Gólgota, volverías la cara al crucificado y desde tu cruz de la U.C.I, atada, no con sogas sino con tubos de plástico, cables eléctricos y máquinas de mantener la vida, le dirías como Dimas: “ Señor, acuérdate de mí cuando estés en tu reino” y como a Dimas te contestaría: “En unos días estarás conmigo en el Paraiso”. Seguro que nadie ha visto lo anterior en tu película.
El Viernes Santo era día de soledad, el autor de la vida había muerto. Pero qué te vamos a decir de soledad, si tú la estabas viviendo en carne propia. Tu vida queda-ba restringida a una UCI, con el único sonido de algún pig…. pig de las máquinas que indican que la vida no se marchó todavía. Tú estabas muerta con Jesús aunque los sonidos marcasen otra cosa. Dos días más los pasaste en esta indefinición. Que lo ibas a hacer, la Ley hay que cumplirla.
El martes 29 era tu gran día. Al fin y definitivamente ibas a abandonar tu inser-vible cuerpo y como un hijo pródigo te presentarías a decir al Padre que habías peca-do contra el Cielo y contra Él. Tu cuerpo daba síntomas de haber fallecido. Tu cora-zón no latía y tu cerebro no tenía ningún síntoma vital. Oficialmente se te daría por muerta.
En ese momento, de tu cuerpo salió una especie de humo, que recompuesto daba tu misma figura. Eras transparente, un poco oscura. Las sombras facilitaban tus ras-gos. Miraste tu pobre y cansado cuerpo y al mirar alrededor te encontraste con los amplios paisajes y los caminos rectos de nuestra última película, esos que nos daban sensación de eternidad. Te ibas a encontrar con el Padre. Te presentaste al tribunal de Dios y como el Hijo Pródigo, quisiste recitarle su misma coletilla. Dios se sonrió, te cogió de la mano y te metió en casa. Te puso su mejor traje, un traje de luz que te hace resplandecer como una estrella y te sentó al Banquete Celestial. Allí como en la película, te habrán ido a visitar los tuyos y te habrás dado cuenta, como el niño de la película, que en el Cielo nadie lleva gafas.
¿ Que te ha parecido mi explicación?. Esa es la película que yo he visto. Espero que te hayan gustado.
Desde un punto de vista humano notaremos tu falta, te echaremos de menos, pero como estás tan cerca de los poderes eternos, recuérdales que muchas veces, casi siempre nos faltará el vino como en las Bodas de Canaán y que necesitaremos su ayuda múltiples veces, pero estando tú allí no nos faltará esa ayuda.
Querida amiga y compañera Tere, descansa en paz. Te lo desea Acacio Martín

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