domingo, 3 de febrero de 2013

BUSCAR A DIOS II



Muchos jóvenes, cuando les dices que tienes fe, que crees en Dios, te preguntan: "Ya, pero ¿dónde está Dios?" Como queriendo decir: "Vale, puede estar muy claro para ti, pero yo no lo he encontrado". "Tu respuesta no me vale, tengo que ser yo el que encuentre a Dios..."

En el fondo, el "problema" se centra en que YO encuentre a Dios. Pero, quizá, la clave de la vida espiritual consista en darse cuenta que no se trata tanto de que yo encuentre a Dios, sino de que ÉL me encuentre a mí. Sí, simplemente que yo me deje alcanzar por su sorpresa, por pequeños destellos de su luz que, con el tiempo, puedo ir recomponiendo, como mensajes de Dios para mí.
No somos nosotros, como vemos en el Antiguo Testamento, los protagonistas de esta búsqueda-encuentro, sino Dios. Es, pues, imprescindible tener el coraje de saber que, en este camino, tú no llevas las riendas. Por eso es un camino hermoso y genial.

Algo así le pasó a san Pablo: necesitó caerse de un caballo y reconocerse ciego para empezar a "ver" a Dios. Quizá nosotros también estemos demasiado acomodados en los caballos de nuestras seguridades, de nuestras modas, de nuestros prejuicios sobre Dios; y necesitemos caernos de todo eso y reconocer que somos ciegos, pero ciegos que BUSCAN, aunque sea a tientas. 
 No podemos saber, porque no está en nuestra mano, cuánto durará esa búsqueda. Pero no debe importanos: la mera búsqueda ya es el camino. Y tampoco ha de importanos que esa búsqueda dure...¡¡¡toda la vida!!! De hecho, la búsqueda es la Vida, con mayúsculas: la vida con Jesús.

J.M. 

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