La
alegría de ser como soy
¡Es carnaval!
Por fin puedo utilizar el traje que me compré para una fiesta y que lleva meses
en el armario. Que ganas... En plenos exámenes, un día para olvidarlo todo o,
por lo menos, para salir del rollo de cada día.
Quizás son
estos pensamientos, u otros similares, los que me mueven. Quizás sean espejo de
todo lo que disfrazo en mi vida.
Puede ser que
no haya caído en la cuenta de todo lo que oculto tras mi disfraz. Porque a
nadie le cuento que me siento solo muchas veces, o que copié el último trabajo
de clase. Le he puesto una máscara de éxito a mi soledad, una careta de placer
a mis excesos. Y, aunque mola ir disfrazado, estoy molesto. Porque no quepo en
el personaje que me he creado.
Si
me fijo bien, al lado del disfraz de siempre hay otras ofertas. ¿La mejor? Para
mí, la de un Dios que pone todas las cartas encima de la mesa. Sin trucos.
Puedo aceptarla, porque me da confianza saber que me acompaña, que me conoce y
que me ofrece la posibilidad de confiar totalmente en él; porque me quiere como
soy, sin condiciones previas... Con un Dios así, no hay que disfrazarse.
Ojalá
puedas experimentar, con otros y otras también, esa posibilidad de vivir alegre
siendo como eres. Eso es ser cristianos: permitir que no haga falta disfrazarse
con nosotros.
Este año puedes
responder a Dios, que te invita a ser auténtico. Será, por fin, carnaval: la
alegría de ser como eres.
Adaptación
de un texto de Íñigo Alcaraz, sj
No hay comentarios:
Publicar un comentario